He aquí unas palabras terminantes del gran pontífice Pío XII, tan atento siempre a las necesidades y exigencias de la época moderna. En su preciosa exhortación a los párrocos y predicadores de Roma en la Cuaresma de 1949 pronunció las siguientes palabras, que traducimos directamente del texto oficial, publicado en Acta Apostolicae Sedis *:
"No hay, pues, tiempo que perder en contrarrestar con todas las fuerzas este resbalar de nuestras propias filas en la irreligiosidad y para despertar el espíritu de oración y de penitencia. La predicación de las primeras verdades de la fe y de los fines últimos no sólo no ha perdido su oportunidad en nuestros tiempos, sino que ha venido a ser más necesaria y urgente que nunca. Incluso la predicación sobre el infierno. Sin duda alguna hay que tratar ese asunto con dignidad y sabiduría. Pero, en cuanto a la substancia misma de esa verdad, la Iglesia tiene, ante Dios y ante los hombres, el sagrado deber de anunciarla, de enseñarla sin ninguna atenuación, como Cristo la ha revelado, y no existe ninguna condición de tiempos que pueda hacer disminuir el rigor de esta obligación. Esto obliga en conciencia a todo sacerdote, a quien, en el ministerio ordinario y extraordinario, se ha confiado el cuidado de amaestrar, avisar y guiar a los fieles. Es verdad que el deseo del cielo es un motivo en sí mismo más perfecto que el temor de la pena eterna; pero de esto no se sigue que sea también para todos los hombres el motivo más eficaz para tenerlos lejos del pecado y convertirlos a Dios"
* Acta Apostolicae Sedis, 41,5 (25 de abril de 1949), p. 185
Fuente:
Teología de la Salvación, Antonio Royo Marín, O.P. Editorial BAC, 1956
En la TERCERA PARTE, CAPITULO IV, El infierno. p. 313
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